Por Mónica Aranda*
*El texto que publicamos fue escrito para la presentación del libro ‘Violencias y desamparos’ de NED Edicciones, en el marco del ciclo Resonancias de la Biblioteca del Campo Freudiano de Barcelona. La presentación se llevó a cabo en la Biblioteca Jaume Fuster de la ciudad contal el día 8 de mayo de 2023.
1. La lectura del libro ha supuesto para mí un aprendizaje del que puedo destacar algunos puntos. Por un lado, en el transcurso de mi lectura el término desamparo iba tomando una dimensión nueva, la distinción entre desamparo social y desamparo subjetivo, ha sido una de las preciosas perlas que he podido extraer.
El “desamparo” entendido, tal y como se recoge en el libro, como un estado en el que el sujeto está pura y simplemente trastornado, como dirá Lacan, y que se ve desbordado por una situación que irrumpe para él y a la que no puede enfrentarse, que supone una pérdida de lazos y una cierta pérdida del sentido del ser.
Esa situación de desamparo subjetivo aparece entonces en la vida de los niños y jóvenes tutelados, pero también es una situación a la que todo ser hablante se confronta en algún momento de su vida, disponiendo a su alcance de algunas referencias para hacerle frente, que seguramente en el caso de muchos de éstos niños tratados en el programa SAR han sido escasas o deficientes.
El desamparo social responde a situaciones que pueden resarcirse de alguna manera, pero el desamparo subjetivo es de otro orden, dependerá de las respuestas que cada quién pueda armar ante las marcas que el lenguaje fija en lo real del cuerpo. Y afortunadamente, esas respuestas siempre en un punto fallidas, pueden ir cambiando a lo largo de la vida de un sujeto. He aquí lo preciso, las marcas son indelebles, las repuestas variables.
2. Partir de ésta premisa, la violencia como disrupción, intrusión en el cuerpo de quien la experimenta que da cuenta de un goce que le desborda, hipótesis que se despliega durante todo el libro y nos ilustra valiéndose de numerosas viñetas clínicas visibiliza la dimensión de respuesta fallida, pero como se recuerda en todo el libro, respuesta aún.
Esto no es baladí, ya que presenta a un sujeto concernido en la respuesta y concernido a responder e introduce desde mi punto de vista la dimensión de dignidad. La dignidad entendida como la cualidad del que se hace valer como persona, si analizamos las causas particulares que mueven a estos niños y adolescentes a usar la violencia descubrimos este “hacerse valer como persona” ante el Otro, asegurarse precisamente un lugar en el Otro.
Es decir que ubicar el acto violento de niños y adolescentes en ese lugar de respuesta, permite recuperar, según mi lectura, la dignidad de estos niños y adolescentes escuchados y tratados, alejándonos de miradas paternalistas o moralistas. Des de esta premisa quedan desplazados o resignificados términos como la protección de los menores, que se siguen usando en nuestras instituciones de “protección del menor”, valga la redundancia, para reconocerle al sujeto su propia capacidad de elección y posibilidad de cambio de la que adolecen otras perspectivas. ¿Protegerlos de qué?, como se plantea en el libro, protegerlos de ellos mismos, de aquello que los sujetos construyeron para defenderse de esa fragilidad. Así esa apuesta es la que abre la vía a la responsabilidad subjetiva y en consecuencia rompe con todo determinismo.
3. Ahora bien, esa dimensión individual no borra en éste caso la dimensión social. Para mi, este también es un gran valor del trabajo presentado. Entender la violencia como la respuesta fallida a un conflicto, no deja fuera las condiciones con las que cada sujeto se vale para responder. Aclarando finamente como hacen en el libro: la causa es particular, las condiciones son sociales.
Tener en cuenta las condiciones, lleva a los autores a cuestionarse sobre una serie de aspectos de nuestra cultura y sociedad, es decir les lleva a cuestionarse cuáles son las condiciones mismas que nuestra sociedad ofrece para el desarrollo de niños y adolescentes y también a leer las condiciones de pobreza y desigualdad como forma de violencia social. Hasta el punto de hacerse la pregunta ¿Cómo se construyen las subjetividades en condiciones de expulsión y precariedad?
El hecho de nombrar y dedicar un espacio en el libro a estas violencias sociales es ya una posición que me parece necesaria cuando se trabaja con infancia y adolescencia tutelada. Es una práctica clínica que reconoce la dimensión social y colectiva en juego en la creación de las respuestas subjetivas, por tanto, es en este punto una clínica de lo social.
4. Y siendo coherente con esta dimensión social de la violencia, otro de los aspectos que yo destacaría es su dimensión de práctica insertada en la comunidad. Si la práctica que se recoge en el libro habla de este profundo respeto a la subjetividad, no es menos importante que sitúa esa práctica considerando que no hay sujeto sin Otro, dando cuenta de la premisa freudiana que no hay psicología individual sin psicología social y colectiva.
De esta manera la propuesta de los autores no desdeña lo político y lo económico, cuyas lógicas afectan de manera directa las vidas de las personas e impone un trabajo con los diferentes agentes que intervienen en la vida de niños y adolescentes. Es un tenerlas en cuenta para poder acompañar al niño y/o adolescente a que pueda maniobrar con ellas, que pueda subjetivizar – sintomatizar el efecto en su vida y su cuerpo, y sobre todo facilitando que estas condiciones no tomen un valor determinante para el sujeto, siempre manteniendo abierto el margen de elección con el que cada sujeto cuenta.
Una consecuencia de esta hipótesis de partida es la dimensión de práctica colaborativa, no aislada ni sorda al resto de profesionales, sino más bien una práctica que también necesita del Otro para conseguir darse un sentido.
5. Des de mi lectura particular, existía, de manera más o menos explícita, otro eje que se podría formular así: Violencias machistas y Desamparos. A parte de señalar lo más valioso para mí de esta propuesta de trabajo con niños y adolescentes tutelados, me gustaría reflexionar entorno los efectos que tuvo ese eje particular de lectura.
Si la llamada violencia machista des del psicoanálisis se lee como una repuesta de rechazo a la alteridad radical que el cuerpo de las mujeres encarna, si esta violencia tiene su resorte en ésta diferencia de las formas de goce, es una respuesta al goce del Otro en mayúscula, a la alteridad del goce como tal, estaría entonces aquí en la base también éste desamparo subjetivo inaugural del sujeto que habla que describen los autores del libro.
Des del discurso del psicoanálisis mismo he escuchado que ese rechazo a la alteridad que el cuerpo de las mujeres encarna es una condena de la que pareciera no podríamos liberarnos. Ahora bien, si es posible que un niño que use el acto violento como repuesta encuentre otra vía de respuesta o al menos una nueva regulación de ésta, es posible pensar en una sociedad donde esa violencia dirigida a las mujeres también se reduzca y/o regule y permita otro lazo entre hombres y mujeres.
Esta lectura es justo por este motivo para mi muy esperanzadora, y no quisiera acabar sin nombrar algo de este efecto que emergió en mi durante la lectura del libro, verdaderamente apareció un afecto no muy propio de nuestra época que es la esperanza. Una esperanza, entendida como el estado de ánimo donde se presenta como posible lo que deseamos. Esperanza entonces ligada al deseo, al deseo necesario para inventar otras respuestas individuales y colectivas diferentes a los actos violentos.
Por todo lo dicho anteriormente, el libro Violencias y Desamparos recoge una práctica que da lugar a la dignidad de los sujetos que acompaña y comprometida socialmente con las condiciones que estos sujetos han vivido. Además ofrece una lectura esperanzadora, tan necesaria hoy en día. Por todo esto sólo puede agradecer su publicación y haberme invitado a conversar con todos vosotros.
6. Me gustaría ahora lanzar algunas preguntas a los autores para el debate y conversación posterior, donde estaría muy bien oír también las opiniones de la sala.
Una de las primeras cuestiones que me aparecieron al iniciar la lectura del libro era el título que lo nombra. Me interrogaba del título la “y” que ocupa un lugar entre violencias y desamparos, me preguntaba si esta fórmula escogida por las autoras y el autor del libro pondría a copular esos dos significantes.
Pensaba que poner una “y” entre los dos términos podía provocar un efecto de sentido en el que se insinuará siempre y en todo momento la relación entre ellos, relación que pretendiera fijar una proporción, sin escaparse entonces a un efecto cosificador.
A medida que iba avanzando en la lectura del libro esa sospecha se fue disipando, acogiendo esta fórmula para ubicar la propuesta de los autores, se tratará de marcar un eje de lectura, y como bien señalan, ese eje también orienta la dirección en las respuestas a ofrecer a los niños y adolescentes. Ahora bien, ¿esta articulación nos puede ayudar a pensar las violencias hacia las mujeres?
Violencias hacia las mujeres
Allí donde los feminismos plantean la causa en un afán de dominio de un género hacia el otro, des del psicoanálisis se pone en primer plano más bien éste rechazo a la alteridad radical del que hablaba antes. Pero, ¿cómo enfocar entonces las acciones en el ámbito comunitario?, ¿qué propuestas plantear a nivel comunitario para que esto pueda cambiar? ¿Es decir, des del ámbito de lo social es posible situar a partir de lo que presenta el libro algunas líneas de trabajo? ¿Cómo lo pensáis vosotros?
Este año en el curso del postgrado Atención psicológica y acción comunitaria, feminismos y LGTBIQ+, que impartimos en la Facultad de Psicología de la Universidad de Barcelona, estamos trabajando a partir del eje de la victimización, es el eje que hemos elegido para vertebrar los seminarios, reflexionar en torno a este empuje a la victimización que aparece hoy en día como una manera de obtener una consistencia subjetiva que muchas veces tapona las propias preguntas del sujeto contemporáneo: “yo soy víctima de”, aparece como una respuesta validada colectivamente. Esto ha sido utilizado también por los discursos feministas: “Todos, mujeres y hombres, victimas del patriarcado”. ¿Creéis que eso puede ser una buena estrategia para la conversación con los jóvenes? ¿En definitiva, como pensar una propuesta de trabajo con jóvenes que sirva para reflexionar sobre la violencia machista escapando del binomio víctima-victimario?
Otra pregunta estaría relacionada con este afán contemporáneo de nombrar la violencia con diferentes significantes, como plantea el libro la violencia es hoy un significante amo que nombra varios fenómenos: bulling, violencia machista, violencia laboral, la violencia institucional, etc. Este empuje nos coloca en la paradoja que hoy en día todo es susceptible de nombrarse como violencia, ¿creéis que éste nombrar la violencia ha tenido efectos positivos sobre los sujetos y en el ámbito de lo social? ¿Es decir, poder nombrar estas violencias, identificarlas y darles un estatuto, al menos legal, ha sido un primer paso para abordarlas?
Por último y para acabar, me pregunto si podemos plantear una cierta dicotomía en relación a la violencia. Una dicotomía entre el acto violento, que plantea y sobre el que reflexiona el libro, como una respuesta ante el Otro que apunta, precisamente, a asegurar un lugar en el Otro y al acto violento que expresa un rechazo extremo a ese Otro. Ya que me resulta difícil pensar, bajo la rúbrica propuesta, algunas de las violencias más graves que sufrimos las mujeres como por ejemplo las agresiones sexuales a adolescentes, los asesinatos, ¿cómo leer el desamparo en esas agresiones tan terribles?
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